Es usual que cada año que termina hagamos una evaluación de lo que este nos dejó y nos tracemos nuevas metas para el siguiente. Con la sensación de un nuevo comienzo, muchas personas prometen, por ejemplo, hacer más ejercicio, comer mejor, dejar de lado un comportamiento poco salutífero, leer más o aprender un nuevo idioma.
Las metas son infinitas, pero con el pasar de los meses puede que la motivación se desvanezca y los propósitos de año nuevo terminen una vez más en el baúl de los recuerdos.
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Para que esto no le pase puede ser útil conocer cómo se dan en el cerebro esos procesos de cambio de comportamiento en los que se logra establecer con éxito un nuevo hábito.
Más allá de las promesas que hacemos en Año Nuevo, esta es una materia de estudio a la que las neurociencias le han dedicado amplias investigaciones, en las que, como ilustra la psicóloga Judy Costanza Beltrán Rojas, se ha conseguido estimar que casi la mitad de las acciones que una persona adulta promedio realiza a diario ocurren en el mismo contexto, lo que iría configurando un hábito.
“La neurociencia explica cómo se pueden formar los hábitos y cómo se pueden apoyar dentro del sistema nervioso”, detalla Beltrán, quien es candidata a doctora en Psicología con énfasis en neuropsicología y coordinadora clínica del Centro de la Comunicación Humana de la Facultad de Medicina de la Universidad doméstico. Sin bloqueo, también señala que los hábitos pueden tener una parte oscura, relacionada con la psicopatología, cuando se generan trastornos compulsivos. “Estos se asocian con una exacerbación de las conductas mediadas por hábitos”, dice la experta.
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